SONETO A HELENA
Cuando bien vieja seas,
sentada ante el crepúsculo
Y el candil y los leños,
devanando e hilando,
Dirás aún asombrada, al
entonar mis versos:
¡Ronsard me celebró en el
tiempo en que fui bella!
Entonces no tendrás
sirvienta a quien decírselo
Que aletargada ya de las
tantas labores,
Al oír de Ronsard
despierte de su sueño
A bendecir tu nombre con
loas inmortales.
Yo estaré bajo tierra, y
fantasma sin huesos,
Por lo mirtos umbríos
buscaré mi reposo;
Y tú ante el fuego serás
vieja decrépita,
Añorando mi amor y tus
fieros desdenes.
Por favor, vive y nada
esperes del mañana;
Recoge desde hoy mismo las rosas de la vida
Y este más actual de Luis Alberto de Cuenca!
COLLIGE, VIRGO, ROSAS
Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlele los rosales
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlele los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.
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